CARLOS V. GLORIA ETERNA EN YUSTE
Allá por el 1.400
Ermitaños de la "pobre vida"
Fueron los primeros monjes
Que dotaron al Monasterio
De Respeto, Devoción y Armonía;
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Así, en sus menesteres,
Unos labraban, otros hacían herrería
Mientras los menos, se dedicaban a la zapatería.
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Aquí Tú, Carlos V, portador del Toisón de Oro
Decidiste por tradición,
Comenzar tu vida retirada;
Como en tiempos pasados realizó
Marco Aurelio, de origen español
Y tu admirado romano emperador.
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Abdicaste de tus cargos,
Y junto con tu fiel servidor,
Y compañero de armas
Luis Méndez de Quijada,
Elegiste, un pequeño palacio construir,
Junto al gran Monasterio de Yuste
¡Cuna de tu final morada!
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Maravilloso mausoleo en vida eregiste;
Situando tu aposento, donde divisar el altar
-Como haría tu hijo Felipe II en El Monasterio de El Escorial-
Y Cubriendo sus paredes, con simbólicos paños negros
En señal de duelo por tu querida mujer
¡Isabel de Portugal!
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Sus exteriores adornados
Con un frondoso jardín;
Un pequeño y claro estanque
Junto a una buena huerta,
Con la que ¡Saciar tu hambre!
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Todo impregnado de ese olor a claveles,
Traídos de Persia a la Alhambra,
Y que Tú, en memoria de Isabel
En Yuste plantar mandaste.
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Bello paisaje inunda hoy la imagen
De este Monasterio sin igual;
Que tras siglos de reformas y destrozos
Escribió Unamuno en su contemplar:
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<< Melancólico espectáculo el del claustro del monsaterio.
Las desnudas piedras se calientan al sol; yacen por los suelos,
Entre malezas y hierbajos, los sillares que abrigaron las siestas,
Y las meditaciones de los jerónimos: columnas truncadas,
Se proyectan sobre el verdor del monte y el azul del cielo,
Piensa uno, modificando la sentencia del clásico,
que hasta las ruinas perecerán: "Etiam ruinae peribunt">>
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Y desde 1.958,
Gracias a la Real Asociación de los Caballeros del Monasterio de Yuste,
Aun hoy se puede respirar,
El aroma del castaño, roble, morera y nogal.
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